Recomendaciones para superar ataques de pánico

Según su gravedad, la agorafobia puede comportar una enorme limitación de la vida laboral y social, hasta verse el afectado obligado a no abandonar el hogar, o en la absoluta necesidad de salir al exterior acompañado por otro, sin el cual se sentiría perdido. El agorafóbico evita situaciones de las que podría encontrar difícil salir, o donde podría no encontrar ayuda si se produjera un ataque de pánico u otros problemas vergonzantes como vomitar u orinar. Así, desarrolla una ansiedad o miedo enorme en varios contextos, como el uso de medios de transporte, encontrarse en espacios abiertos o cerrados, a estar en fila o en medio de la muchedumbre, o a salir solo de casa.

Ante ataques de pánico continuados, especialmente cuando se repiten con breve intervalo de tiempo, es indispensable la ayuda de un buen profesional, que combine una acertada prescripción de psicofármacos con una psicoterapia que ayude a que el afectado comprenda los mecanismos de la ansiedad, y le enseñe técnicas de comportamiento para afrontarla con éxito. Mientras, si es el caso, te animas a acudir a un psicólogo, es necesario tomar mayor conciencia sobre las circunstancias estresoras que se están atravesando, si existen, y de cómo afectan al propio equilibrio emocional. También es necesario subrayar que el ataque es una situación temporal que sólo dura unos minutos, y que sus síntomas físicos no constituyen una enfermedad, sino vías de descarga de la gran tensión acumulada. Es oportuno también esforzarse por respirar más lenta y profundamente, porque la respiración corta y entrecortada que se activa en el ataque de pánico empeora los síntomas físicos y, a su vez, empeora la ansiedad. Otra recomendación interesante es desviar la atención del propio cuerpo, concentrándose en el ambiente exterior, de forma que se combata la espiral de ansiedad que se alimenta de dejarse llevar por los síntomas físicos.

Anuncio publicitario

La agorafobia no es igual para todos

Aunque sí suele repetirse lo que les aterra, la agorafobia no es igual para todos los que la padecen. A un agorafóbico le puede causar absoluto miedo tener que viajar en tren, metro o autobús, pisar un aeropuerto o montarse en un avión. Igualmente les resultan complicados los lugares públicos repletos de otras personas, las discotecas, los centros comerciales, las colas del súper, los conciertos y hasta una calle si es demasiado angosta o está muy atestada de gente. En realidad, el gran problema consiste en alejarse demasiado del hogar, o de aquello que considere un lugar seguro. Esto les lleva a aislarse, en cierta manera, en los sitios que sí disponen de los medios para controlar su ansiedad. Pero con el tiempo acaban surgiendo otras emociones tóxicas relacionadas con lo que les pasa. Sienten vergüenza por no ser capaces de hacer frente a lo que ocurre, por lo que puedan pensar los demás de su comportamiento; se sienten desprotegidos, sin control de lo que les envuelve; se presentan sentimientos de culpa, se sienten inferiores; baja su autoestima, tienen problemas de concentración y atención… Todo ello colabora en que el problema se mantenga, se agrave y se vaya generalizando a más situaciones.

Muchas veces vamos a encontrarnos con agorafóbicos que sí son capaces de enfrentarse a esos espacios abiertos pero, para ello, tienen que llevar consigo un kit que les dé seguridad y que, por regla general, está compuesto de inhaladores, ansiolíticos, medicamentos para el control de la tensión arterial o algún utensilio que les dé confianza. Son incapaces de salir de casa sin este material y solamente con plantearles la idea de hacerlo empieza a aparecer la sintomatología característica.

La farmacología puede reducir la ansiedad pero no cambia las ideas, por eso es imprescindible la terapia, en especial la cognitivo conductual.

Cuáles son las situaciones más temidas por los agorafóbicos

La agorafobia es temor a situaciones en las que el afectado percibe que puede resultarle complicado o embarazoso escapar de ellas, o puede no disponer de ayuda en el supuesto de padecer una crisis de ansiedad (ataque de pánico). Por esto, en esta coyuntura el agorafóbico evitará dichas circunstancias o las soportará con un profundo malestar. El ataque de pánico es un episodio que en un primer momento es inesperado y que cursa sensación de taquicardia, mareos, ahogo, intranquilidad, sensación de irrealidad, así como un intenso miedo a volverse loco o morirse (pérdida de control).

A la gente que padece agorafobia le da igual si el sitio está abierto o cerrado, si hay pocas o muchas personas, pues lo importante para determinar si la situación es propiamente agorafóbica es la “percepción” que tiene el afectado de la imposibilidad de huir o recibir ayuda en el supuesto de que sea necesaria. Por ello existen tantos tipos de pacientes distintos. Sin embargo, se pude establecer una lista de situaciones agorafóbicas habituales: Miedo a estar solo (en el hogar, haciendo una ruta por el bosque, etcétera). Miedo a perder el control en un lugar público (en una reunión de trabajo, en un restaurante…). Miedo a estar en sitios en donde la salida pueda ser complicada (como la fila central de un teatro o cine, conciertos…). Esperando su turno en una fila. Medios de transporte (metro, avión, coche…). Lugares lejos de casa (por ejemplo por no tener localizados los centros de salud).

La agorafobia, un trastorno ninguneado por los medios ya que «no vende»

No existen tratamientos o estudios específicos para luchar contra la agorafobia. No estamos ante una patología que muestre síntomas interesantes para la opinión pública y los medios de comunicación de masas, como si lo son el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) o los trastornos de comportamiento, como aquellas personas que sufren de síndrome de Diógenes o acumuladores extremos, que tienen hasta series de televisión en exclusiva. Tan solo es el miedo a lo inevitable: convivir con el mundo. Es, pues, «simplemente» un problema anexo a la crisis de pánico, una patología crónica, sin tantos síntomas pero de mayor duración entre aquellos que la padecen. Es inhabilitante pero no entraña riesgos. Meramente una manifestación más de la ansiedad aguda. OLVIDADOS. Pero es, sin duda, una patología que hace vivir de forma atípica a aquellos que la sufren en un mundo que vive a una velocidad sin precedentes. La inmediatez se ha convertido en una regla primordial en una sociedad cuyas exigencias cambian de forma punzante, dejándonos sin poder asimilar tantos cambios en tan poco tiempo. Y lo peor: nadie que sufre de ansiedad confía lo suficiente en las terapias como para continuar con ellas a largo plazo. La mayoría de los pacientes que se tratan por agorafobia abandonan antes de cumplir un año y es por tal motivo que nueve de cada diez vuelve a sufrir crisis de pánico. Pero a los medios seguirá sin importarles mucho… ya se sabe: espectáculo, audiencias…

La agorafobia es mucho más que miedo a los espacios abiertos

Aunque son muchísimas las personas que creen que la agorafobia es simplemente miedo a los espacios abiertos, estamos ante una enfermedad bastante más compleja. Alguien con agorafobia puede sentir miedo de viajar en transporte público, visitar un centro comercial o dejar su hogar. Sitios y situaciones que detonan sentimientos de pánico, ridículo e indefensión en quien lo padece. El medio ambiente se percibe inseguro y al no haber forma de escapar se provoca un ataque de pánico. Los casos graves viven recluidos y no son capaces de salir de casa. Si un afectado se halla en una situación estresante usualmente experimenta síntomas de un ataque de pánico, como ritmo cardíaco acelerado, hiperventilación, sudor, calores o nauseas. Eventos traumáticos como la pérdida de un ser querido pueden contribuir a que se desencadene esta enfermedad, al igual que ciertos genes. La agorafobia es dos veces más común en las mujeres que en los hombres. Usualmente comienza entre las edades de 18 y 35 años. Es una fobia específica y social, con síntomas similares a otros trastornos. Los agorafóbicos tienen alto riesgo de caer en depresión y en adicciones químicas. La agorafobia te encierra, literalmente. Sientes la comodidad de un espacio familiar donde controlas tu día a día sin ningún tipo de inconvenientes. La mente de una persona que sufre de ansiedad funciona siempre esperando lo peor y el mundo exterior está repleto de complicaciones. Afortunadamente son muchos los que mejoran tan solo hablando sobre sus síntomas con un terapeuta. Para acabar, un truco: si sientes un ataque de pánico puede ayudarte enfocarte en algo muy concreto, visible y que no te parezca amenazante. Debes estar en el momento presente y respirar lenta y profundamente.

Cuál es el pronóstico real de cura de la agorafobia

La predicción de cura de esta patología es muy positiva mediante un tratamiento cognitivo conductual adecuado. El procedimiento para afrontar la agorafobia tiene que ser eficaz y de duración corta, ya que las limitaciones y el sufrimiento del afectado no deben alargarse demasiado. En los casos más graves, la persona puede buscar refugio en su propio hogar y aislarse por completo del mundo exterior. Esto puede entorpecer que el tratamiento tenga éxito, ya que siempre tiene que depender de que alguien lo lleve a consulta. Muchos de estos pacientes optarán por abandonar el tratamiento psicológico. Para este supuesto se puede optar por terapia psicológica a través de internet. Este tipo de tratamientos está dando muy buenos resultados ya que la persona comienza a curarse desde su propia casa y se va programando metas de forma gradual y de manera realista. Las metas pueden ser desde bajar al portal de su casa, dar una vuelta a la manzana o incluso hacer un viaje en metro acompañado de un familiar. En esta etapa se explican los fundamentos del tratamiento y comienza la reestructuración cognitiva. Cuando el paciente adquiere confianza y va superando el miedo al miedo, puede comenzar a recuperar su movilidad y autonomía, y cuando se sienta preparado es cuando deberá acudir a la terapia presencial.

Agorafobia en la ciudad

Este trastorno mental es inherente o más habitual en gente que tiene una vida acelerada, sometida a un estrés constante, personas que son ansiosas de por sí, y que al ver disminuido su espacio vital, piensan que están en peligro. Entre las fobias urbanas más comunes están el miedo a viajar en transporte público, salir a sitios concurridos como centros comerciales, quedar atrapado en un embotellamiento, y otros trastornos englobados en la agorafobia, como hablar en público o viajar en avión. El miedo a enfrentarse a multitudes, donde el paciente agorafóbico piensa que no podrá ser auxiliado por un familiar o amigo, forman parte del problema. Las mujeres son las que lo sufren con mayor frecuencia; no obstante, la diferencia es mínima con los hombres, que entre los 14 y los 45 años sufren también con intensidad esta enfermedad discapacitante, pues llega el momento que no pueden salir de su hogar y dejan de ir a fiestas, al cine, de compras y, en casos extremos, al trabajo y a la escuela. Muchísimas personas ignoran que estos miedos que llegan a incapacitarlos, son trastornos mentales que pueden ser tratados con terapias, en las que el paciente aprende a razonar y controlar sus temores.

Agorafobia: ¿Es mejor no salir de casa?

Evitar los lugares donde puedes sufrir un ataque no es la solución. Con frecuencia, el temor a sufrir un episodio impide desarrollar actividades como pasear, conducir o evitar el transporte público y lugares concurridos. Pero la causa de este temor no está en el exterior. Es miedo al propio miedo, y hay que superarlo. Lo más adecuado es procurar atención psicológica con anterioridad para que el día a día no se vea limitado.

Numerosos estudios muestran que, sin un tratamiento eficaz, puede adquirir un carácter crónico con periodos de mejoría y de exacerbación. Al igual que otras enfermedades mentales, puede ser superado si se procura atención psicológica. El tratamiento debe orientarse inicialmente a la exploración y entendimiento de la casuística y circunstancias vitales de cada persona. Posteriormente, es importante capacitar al paciente en la observación, entendimiento y control de las sensaciones físicas, emociones y pensamientos implicados en los episodios de angustia. Técnicas como la exposición interoceptiva o el entrenamiento en relajación progresiva son elementos muy eficaces si se integran en un proceso terapéutico adecuado.

Agorafobia: el aislamiento como protección

En muchas ocasiones la agorafobia comienza con un ataque de pánico para después convertirse en el mecanismo para evitar esos ataques. Nos encontramos ante una ansiedad muy compleja, una ansiedad extrema, exagerada, de estar en situaciones o lugares de los cuales uno piensa que no va a poder escapar.

Muchos afectados por este estado intenso de ansiedad sienten auténtico temor a abandonar un lugar que consideran su protección, como el hogar, o una persona. Esa separación puede causarle un intenso malestar y puede escalar hasta convertirse en un ataque de pánico.

Afortunadamente hay tratamiento para esta condición, además de medicamentos muy efectivos, y terapia psicológica, ejercicios respiratorios; etcétera. La agorafobia se puede controlar y, sobre todo, mientras más temprano se comience el tratamiento mucho mejor.

Cómo se afronta la agorafobia mediante terapia

La agorafobia resulta altamente incapacitante a la hora de desarrollar una vida normal, tanto en el ámbito personal como en el laboral, ya que hay incluso personas con este problema que deciden no salir de casa por el miedo a tener ganas de ir, por ejemplo, al baño y no encontrar un aseo público. Si todavía no te has animado a acudir a un psicólogo, quizá te gustará saber que… Al principio, estos enseñan al paciente cómo él mismo se genera esos síntomas por su forma de pensar. Al prestarle tanta atención a la información amenazante, e interpretarla siempre de modo negativo o catastrófico, hace que los síntomas de ansiedad vayan creciendo. El afectado tiene que aprender a no dedicarle tanta atención a esos síntomas y, si aparecen, no interpretarlos de manera tan horrible. El especialista nos ayudará a sentirnos poco a poco capaces de enfrentarnos a esas situaciones comprometidas y a recuperar la seguridad en nosotros. Las técnicas de relajación y de desactivación serán también muy importantes, además de otro tipo de recursos: como la práctica deportiva, por ejemplo. No suele ser necesaria la medicación en este tipo de pacientes, a pesar de que la gran mayoría acude a su médico de cabecera y este les receta antidepresivos o ansiolíticos, que por supuesto no curan la agorafobia a largo plazo, como sí lo puede hacer la terapia cognitivo-conductual.