La persona que sufre agorafobia siente una angustia y un temor que hace que no pueda estar en espacios abiertos, puentes, túneles, medios de transporte de los que no pueda salir de forma rápida y lugares atestados de gente, como por ejemplo: grandes almacenes, campos de fútbol, conciertos, teatros… Como se ve, todas estas situaciones tienen en común la presencia de multitudes y la lejanía de entornos seguros como el hogar. En algunas ocasiones aparece temor anticipatorio por lo que se experimenta ansiedad solamente de pensar que tiene que acudir a uno de esos sitios.
El pronóstico de esta patología es muy positivo mediante un tratamiento cognitivo-conductual adecuado. La agorafobia se asocia en la mayoría de los casos con un alto nivel de discapacidad en términos de funcionalidad, productividad laboral y días de incapacidad, entre otras cosas. Este problema provoca aproximadamente en uno de cada tres pacientes que los individuos se queden totalmente confinados en casa, que no puedan salir de su hogar y que dependan de los demás para los servicios o la asistencia e incluso para las necesidades básicas. Son frecuentes la desmoralización y los síntomas depresivos, así como el abuso de alcohol y los medicamentos sedantes, y los intentos indebidos de automedicación.